miércoles, 16 de septiembre de 2009

Radiodifusión: el Gobierno, sus errores y un periodismo desunido


Por Leandro Renou

En un país donde el diálogo muestra una fuerte tendencia a la disolución progresiva, resulta por lo menos peligroso emitir juicios de valor simplemente porque sí. Por esta razón, cuando el Gobierno presentó su alternativa modificatoria de la Ley de Radiodifusión de la dictadura militar, fueron inapropiados los embates opositores sólo basados en el antagonismo ideológico o político. El oponerse por el oponerse mismo no suma en el marco de una nación con graves problemas de discernimiento informativo. Y no es una defensa a la gestión actual ni mucho menos a la ley, sino una lectura de la génesis de un conflicto que, dos o tres meses después, ahora sí es criticable con algo más de fundamentación.

Hoy, y en medio de la contienda con un grupo de medios en particular (Clarín), tanto el Ejecutivo Nacional como el multimedio hicieron públicas sus peores miserias y ardides para avanzar en su favor, dejando a la vista de todos los errores de ambos. Pero los que verdaderamente importan son los errores del oficialismo, la conducción que fue votada por los argentinos y que hoy tiene en sus manos el futuro de la libertad de prensa en el país: con sus últimos movimientos, el kirchnerismo (no sólo el matrimonio gobernante sino también sus legisladores del FPV), dejó en claro que pretende ir por todo mediante la imposición de la Jurisdicción Nacional sobre los medios y que, también, está dispuesto a resignar parte de su negocio (el no ingreso de las telefónicas) con tal de recuperar los votos de los aliados en Diputados para que la ley se apruebe antes del recambio parlamentario de fin de año. Con todo esto, más la conformación de una autoridad de aplicación con mayoría de integrantes afines a los K, el oficialismo justifica que hoy se pueda criticar un proyecto que muchos considerábamos importante e impostergable, pero no definitivo sino perfectible. Y eso, sólo hubiese sido posible proponiendo un debate amplio, con audiencias públicas que no se redujeran exclusivamente a alocuciones de 10 minutos puertas adentro del Parlamento, y con un tratamiento punto por punto más amplio y sin reloj en mano, que hubiese permitido rever cuestiones muy importantes, como la presión del Gobierno a los medios vía publicidad oficial, por citar un ejemplo del que poco se habla.

Da la sensación de que lo que empezó de manera aceptable, se puso feo en cuestión de semanas, a punto tal de haber perdido el punto de referencia e, inclusive, seguir apoyándose en cuestiones de fondo propias de la norma del Gobierno de Facto.

¿No siente Usted que las cosas son cada vez menos claras? Es cierto, lo intereses económicos y políticos nublan el panorama y es lógico, si algunos de los propios legisladores no son claros en sus pretensiones, el argentino medio está aún más desguarnecido ante el mensaje.

El escenario es más complejo si se hace autocrítica de la conducta corporativa de los medios de comunicación: en un interesante punto de vista publicado el domingo en el diario Perfil, Jorge Fontevechia cuestiona los cuestionamientos de Clarín hacia su diario por no mostrar un mayor compromiso hacia su causa. Y lo hace de manera sencilla, recurriendo al pasado reciente, cuando en los albores de la presidencia del primero de los Kirchner, el matutino de la señora de Noble se dedicaba a publicar tapas con buenas noticias y fotos exclusivas mientras la fuerte restricción publicitaria a los medios de la editorial de Fontevechia (Perfil, Noticias, Fortuna, etc.), lo obligaban a conformar un fondo de donaciones público para mantener un medio de comunicación. Además, se remitió al momento en que, mediante el pedido de Clarín a los auspiciantes de no pautar en Perfil, boicoteó el futuro del primer diario, que terminó cerrando dejando cientos de periodistas sin trabajo. A uno puede o no gustarle tal o cual periodista, pero no estamos hablando de eso, sino de las razones (sólo un ejemplo en un mar de confrontaciones) que transforman en un caos una ley imprescindible.

En este contexto, las conclusiones son complejas y habrá que esperar que el debate (que ya se está dando en Diputados) hable por si sólo, pero, con la pruebas sobre la mesa, hay que se claros: después de haber sido contemplativos a la hora de una evaluación inicial, hoy es necesario decir que si esta ley se aprueba en los términos planteados, los perjudicados no serán los grandes grupos empresarios, sino la libertad de información, prensa y opinión del conjunto de la sociedad. El resto es una anécdota.

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