viernes, 14 de agosto de 2009

Los proyectos de tarifa que desechó el Gobierno


Por Leandro Renou

Como tantas veces contamos desde Algo en Común, fueron muchas las alternativas de suba tarifaria que hace algo más de dos años analizó el Gobierno del por entonces presidente, Néstor Kirchner. Tantas veces señalamos que lo que pretendía Planificación era segmentar el consumo de acuerdo al modelo del Interior, noticia que por aquellos tiempos adelantó el matutino Página 12. Obviamente, no salió como se esperaba, simplemente porque los responsables máximos del Estado equivocaron el diagnóstico.

Hoy, con mucho de acierto, en su columna en el diario Crítica de la Argentina, Maximiliano Montenegro señala que Néstor les habría dicho a sus ministros (incluido Roberto Lavagna), que le trajeran “un esquema de aumento de tarifas que no saliera en la tapa de Clarín” y se aprobaba.

De lo que el santacruceño no se percató es que, de aplicarse la cantidad de pisos de consumo que hoy existen en provincias como Tucumán o La Rioja, el impacto mediático de las subas hubiera sido sensiblemente inferior. Por la sencilla razón de que se hubiese repartido más armoniosamente los aumentos, y pagarían todos un poquito más, y no como ahora, donde son pocos los que pagan mucho.

Hoy la realidad indica -y puede verse con claridad en el estudio tarifario del economista de la CTA, Claudio Lozano- que hay estratos sociales con poder adquisitivo suficiente como para afrontar gastos mensuales superiores a los $300 en servicios no esenciales (cable, Internet, celulares) y que, sin embargo, no son alcanzados por ningún aumento, ni el de luz ni el de gas. Esa porción no pago cargos de importación de gas Boliviano, paga muy poco de Puree, y no le subió un centavo la tarifa, es decir, sigue gastando los mismo que en la salida de la crisis de 2001.

Por el despecho del secretario de Planificación, Roberto Baratta, circularon, por lo menos, una veintena de proyectos de actualización tarifaria, incluido el modelo de mapeo estilo ABL porteño surgido de una de las mesas de una distribuidora capitalina. Ninguno de ellos prosperó y, el exceso manoseo sobre las categorías desvirtuó el verdadero objetivo de la suba: que todos paguen de acuerdo a lo que vale la energía y, el que realmente no pueda hacerlo, sea eximido.

Un amigo dice que, “para el Gobierno, yo soy pobre”. Lo dice con ironía porque, a pesar de tener un buen pasar, no paga aumentos y, de vez en cuando, el desbarajuste en el esquema tarifario hace que le devuelvan dinero por haber consumido menos luz o gas. Y no es el único caso.

Ahora, mientras el diálogo político se derrumba, las retenciones se prolongan, los superpoderes se mantienen, y los aumentos no se replantean sino que se derogan, ¿no será tiempo de pensar realmente qué se quiere hacer? Sin ánimo de ofender, la sensación del común de la gente es que, el que tiene que tomar decisiones, está tan confundido como el usuario que recibió una factura abultada y no sabe por qué. Y esto, lamentablemente, sólo ocurre cuando la política -envuelta en una falsa postura populista- pierde el rumbo y se preocupa por salvar el pellejo, y no por ordenar un problema político, social y económico inédito en 200 años de historia.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente columna, Leandro!!

Abrazo
Carlos Serrano

PD: Sin querer, un error ortográfico puso un poco de pimienta y sonrisa en la nota: en lugar de transcribirse "Por el despacho del secretario de Planificación, Roberto Baratta,....." el párrafo expresa "Por el despecho del secretario....."

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